Voceros de la industria ganadera dudan del cambio climático generado por la actividad humana
GANADERÍA VACUNA, ECOLOGÍA Y SALUD
Un informe oficial sobre gases de efecto invernadero revela que la actividad ganadera genera una parte importante del dióxido de carbono emitido en el país. Aunque la emisión paraguaya es ínfima a nivel global, los bosques arrasados por la ganadería, además de liberar CO2, dejan una estela de pueblos indígenas desterrados, diversas formas de vida aniquiladas y un deterioro del ambiente y la calidad de vida de la población.
Un enorme samu’u domina la plaza polvorienta de San José Esteros, una comunidad del pueblo nivaclé ubicada en la profundidad del Chaco paraguayo, a pocos kilómetros del río Pilcomayo y la frontera con Argentina.
Parado bajo la sombra de este imponente árbol, Javier Dávalos, líder de la comunidad, habla de otros árboles: de los incontables que ya no están, de los arrancados por las topadoras de los ganaderos.
“Anteriormente, nuestros padres vivían mejor que ahora. Ellos siempre hablaban con la naturaleza: tiene espíritu la naturaleza…,” dice Dávalos, “…pero todo cambió mucho por este tema de la deforestación de nuestros vecinos. No respetan la naturaleza para nada”, añade con sentida expresión.
San José Esteros se encuentra en medio de la región que experimenta la tasa de deforestación más alta del mundo, según la ONG Earthsight. Del 2010 al 2019, el Chaco paraguayo perdió 2,4 millones de hectáreas, casi todas a causa de la imparable expansión de los millones de hectáreas de pastizales de una industria ganadera en auge, cuyas cabezas de ganado alcanzaron 14 millones en el 2020.
“Este ecocidio impune, esta masacre de seres vegetales, animales y microbios”, según las expresiones del ecólogo Miguel Lovera, transforma radicalmente la vida del pueblo nivaclé, quitándole lo que antes tenía en abundancia: animales para cazar, agua fresca, aire puro y árboles para protegerse de las tormentas, el calor y el frío.
“En el Chaco ahora hay cambio, por el clima, la temperatura, el viento; todo eso se cambió en estos años. Anteriormente no era así…”, dice Dávalos.
Con la ganadería en continua expansión –Paraguay es el noveno exportador de carne vacuna del mundo logrando un récord de exportaciones en 2021– también crece su tensión con el cuidado del medioambiente y las comunidades.
Desforestados casi todos los bosques de la Región Oriental del país, quedando apenas pequeñas islas de reservas y parques forestales, y con la presión de la Ley de Deforestación 0, la industria ganadera migra desde hace 15 años aproximadamente a la Región Occidental o Chaco paraguayo, escenario actual de la desforestación.
Pastizales, topadoras y cambio climático
El impacto ambiental, social y biológico de la ganadería paraguaya va mucho más allá de lo local, sumándose a la contaminación del planeta y al aumento de su temperatura. En esta era del cambio climático, la deforestación provocada por la ganadería –denominada “cambio de uso de suelo”– participa en forma relevante en la emisión de los gases de efecto invernadero (GEI).
Los bosques y las selvas del planeta absorben dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Al ser talados, se liberan altos niveles de CO2, el principal GEI. Los GEI liberados por las actividades de los seres humanos se acumulan en la atmósfera atrapando el calor y produciendo una variedad de alteraciones climáticas adversas, un fenómeno que se ha comprobado científicamente gracias a las investigaciones del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas realizadas en las últimas cuatro décadas.
Paraguay no escapa de los efectos del cambio climático: el CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) afirma que es el país más vulnerable ante el fenómeno en Sudamérica.
Un informe oficial elaborado por el meteorólogo Benjamín Grassi describe cómo el impacto del cambio climático ya se siente concretamente en Paraguay:
“Respecto al clima del año 2019, además de ser el año más caliente, cronológicamente se han sucedido eventos extremos como sequías agrícolas, inundaciones, olas de calor extremo, sequías hidrológicas, incendios forestales y tormentas severas, eventos que han tenido un fuerte impacto en la economía”.
Los eventos extremos vinculados al cambio climático afectaron directamente a la población. La larga sequía que duró de 2019 hasta hace poco, además de causar extrema escasez de agua en comunidades como San José Esteros, llevó a bajantes históricas de los dos grandes ríos, Paraguay y Paraná, dificultando la navegabilidad y llevando al alza los precios de los productos básicos para la alimentación.
El denso humo de los grandes incendios forestales de los últimos años –en gran parte vinculados a la quema de pastizales para ganadería– llega a las grandes urbes, haciendo que el aire sea irrespirable y produciendo enfermedades respiratorias. Los incendios forestales quemaron 320.000 hectáreas de bosques en 2019 y 150.000 en 2020; se reportaron, además, más de 11.000 focos de calor a nivel país en un solo día a mediados de agosto de 2021.
Las emisiones de Paraguay
El Tercer informe bienal de actualización sobre cambio climático de Paraguay, elaborado y publicado por el Mades en agosto pasado, organiza la emisión de los GEI nacionales por sector. Estos son: Minería; Procesos Industriales y Uso de Productos; Agricultura y Ganadería; Uso de la Tierra, Cambio de Uso de la Tierra y Silvicultura (UTCUTS) y Residuos. El sector UTCUTS es el que más contribuye a la emisión del CO2, con el 64,4% del total de las emisiones porque está vinculada a las deforestaciones; de estas emisiones de UTCUTS, el 37% proviene de la categoría “Pastizales”, las que corresponden a la deforestación que extiende la frontera ganadera.
La vegetación, incluyendo las pasturas, mitiga el cambio climático al absorber CO2 como parte de sus procesos vitales. Sin embargo, las vastas tierras ganaderas absorbieron apenas el 6,36% del total de CO2 absorbido por la vegetación a nivel país.
Solo las actividades operativas del sector Agricultura y Ganadería, según este Tercer Informe, contaminaron más que UTCUTS en 2017, principalmente por las emisiones del GEI metano (CH4), generadas por la fermentación entérica del ganado vacuno, el proceso digestivo natural de los rumiantes. El 35% de los GEI emitidos en el país corresponden al metano, mientras que el 18,5% es atribuido al óxido de nitroso (N2O).
Estos fríos datos de gases que corresponden a la ganadería tienen una contracara destructiva.
“Algo que se comenta mucho es que en los campos ganaderos hay muchos animales silvestres”, dice Luis Recalde, ingeniero agrónomo y asesor en gestión ambiental “Hay animales silvestres que se adaptan muy bien a ecosistemas ganaderos y hay otros que no. Con especies que generalmente son más pequeñas sucede que son más afectadas por el cambio de hábitat”, añade.
Un estudio del 2018 de la Universidad de Berlín – Humboldt predice que, en los próximos 10 a 25 años, el Gran Chaco perderá la mitad de sus especies de ave y la mitad de los mamíferos si no se toman medidas de conservación. Esta pérdida es impulsada principalmente por la ganadería.
Actualmente, la ganadería vacuna ocupa 26 millones de hectáreas, el 63% de la superficie del país, según cifras de la Asociación Rural del Paraguay (ARP). Para el 2020, el hato vacuno había crecido a más de 14 millones, según los datos del Servicio Nacional de Salud y Calidad Animal. Esta ocupación territorial con su aumento de cabezas de ganado se disparó sobre todo en los últimos 70 años, ocupación que fue devorando millones de hectáreas de bosques para las pasturas de las vacas.
El Estado ante el cambio climático
El Estado paraguayo reconoce el peligro que representa el cambio climático para el país y el planeta: es uno de los 192 países más la Unión Europea que firmaron el Acuerdo de París, un acuerdo internacional que busca limitar el aumento global de la temperatura a dos grados centígrados. El Estado se comprometió incondicionalmente a reducir sus emisiones en un 10% para el 2030 y otro 10% bajo ciertas condiciones.
Sin embargo, aunque estos compromisos incluirían reducciones en el cambio de uso de suelo, el Estado prevé seguir con la expansión geográfica del sector ganadero, aunque con un “manejo sostenible de los recursos naturales”. Enfatiza que, “dada la ínfima contribución histórica de la República del Paraguay a las emisiones globales de los GEI”, su prioridad no es mitigar los GEI, sino adaptarse ante el cambio climático.
El Paraguay es el tercer país con emisiones per cápita más altas de Sudamérica, según Climate Watch. Produjo 13.70 ktCO2e per cápita en 2018, más del doble que Brasil. De este dato surge la pregunta: ¿Qué tan sostenible es la producción ganadera en el Paraguay?
Además, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), Paraguay fue uno de los 141 países que firmaron un compromiso para parar la deforestación en el 2030. Cunde la duda sobre si podrá cumplir con esta meta como parte del “manejo sostenible de recursos” en el “proceso de desarrollo y crecimiento” del país.
La tala ilegal
Para Cristina Goralewski, presidenta interina del Instituto Forestal Nacional (Infona), uno de los mayores obstáculos para la sostenibilidad de la ganadería es la deforestación ilegal.
“La mayor parte de los desmontes que se realizan en el Chaco son para la producción ganadera y del desmonte ilegal también, que es aproximadamente un 20%”, dice Goralewski.
Datos del Infona demuestran que de 255.000 hectáreas taladas en el Chaco durante el periodo 2017-2018, no existían permisos para 194.000 (24%).
El Dr. Emmanuel da Ponte, investigador de la Agencia Aeroespacial Alemana que estudia los cambios de la cobertura forestal en el Chaco paraguayo usando sensores remotos, dijo que Infona está mejorando su capacidad para detectar deforestación ilegal utilizando tecnología satelital.
“Desde que [Infona] se creó, la verdad es que creció de una manera muy considerable y actualmente tiene personal muy capacitado en el uso de los sensores remotos”, dijo. Sin embargo, Goralewski afirmó que la ausencia de condenas judiciales por delitos ambientales cometidos diariamente obstaculiza la lucha contra la tala ilegal.
“Es lo que siempre digo: no hay un castigo ejemplar para personas que realizan deforestación. Creo que fue una o dos personas que fueron presas por realizar deforestación”, dijo.
Un informe de Earthsight del 2020 enfatiza el peligro que representan estas actividades ilegales para el territorio protegido de los ayoreo totobiegosode, el último grupo indígena en aislamiento voluntario de Sudamérica fuera de la Amazonía.
“Todavía hay ayoreos que andan en la selva. Siempre están en la mente de su gente ayoreo”, dijo Mateo Sobode, un líder del pueblo ayoreo. “No sabemos nada porque hoy trabajan allá las topadoras. Los ganaderos no piensan en los indígenas, piensan en sí mismos para que tengan más progreso”, cuenta.
¿Qué tan legales son los permisos ambientales?
No es solo el desmonte sin permiso oficial el que preocupa. Existen dudas sobre la legalidad de las licencias que las instituciones competentes –el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) e Infona–expiden: la declaración de impacto ambiental (DIA) y el plan de uso de la tierra (PUT) respectivamente.
Una auditoría del 2017 de la Dirección General de Control de la Gestión Ambiental del Mades (entonces Seam) realizada por la Contraloría General de la República (CGR) identificó numerosas irregularidades en la aprobación de declaraciones de impacto ambiental (DIA). Se detectaron números muy elevados de proyectos aprobados, aprobación de proyectos sin información obligatoria como mapas y títulos de propiedad, falta de respeto para cauces hídricos y proyectos dentro de áreas silvestres protegidas.
La bióloga y exfuncionaria del Mades Karen Colmán denunció corrupción en esta institución como parte de la investigación de Earthsight.
“Yo solía rechazar carpetas, pero era como algo malo. Está visto como que vos no querés trabajar, vos querés poner problemas,” contó Colmán a Hína. “La política ambiental en Paraguay es progreso, desarrollo a cualquier costo. Creo que deberíamos cambiar un poco ese norte”, agregó.
Veronique Gerard, oficial del Programa de Desarrollo Sustentable del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dijo que la falta de datos dificulta el monitoreo de esta situación.
“¿Qué tanto cumplimos la ley? No sabemos. Nuestro sistema de datos no es aun suficientemente preciso para decirlo”, dijo.
Gerard agregó que la digitalización de la gestión de las DIA mediante la plataforma Sistema de Información Ambiental (Siam), que es de acceso público, en el 2017 había sido un gran avance en la transparencia. Sin embargo, notó que aún faltaba mucho.
Hína revisó las DIA e informes de monitoreo de DIA bajo el apartado de “Explotación Agrícola, Ganadera, Forestal y Granjera” en el Siam de 2017 a la fecha. Encontró que, de 4.368 proyectos, solo 3 se habían rechazado. El único proyecto que no se aprobó en el Chaco fue rechazado solo como resultado del involucramiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Se consultó a Carolina Pedrozo, directora de Control Ambiental del Mades, por qué había tan pocos proyectos rechazados dados los numerosos problemas ambientales y conflictos por la tierra en el Chaco. Pedrozo respondió que sí había otros proyectos rechazados, pero no aparecían en el sistema. Sin embargo, Hína no recibió ninguna evidencia para confirmar esta afirmación.
“No necesariamente todos los proyectos que ingresan van a ser aprobados de la forma que fueron presentados. Pueden ser aprobados con modificaciones”, dijo Pedrozo.
Hína encontró evidencia de proyectos con irregularidades que fueron aprobados. El expediente 2575/2021, un proyecto ganadero en el distrito de Filadelfia, fue aprobado aun obviando mencionar la presencia de comunidades indígenas en el área.
Golpe al medioambiente
La deforestación irregular en el Chaco –tanto la que cuenta con licencia como la que no– aumenta las emisiones de GEI de Paraguay y devasta comunidades y ecosistemas a nivel local.
Sin embargo, aunque se cumplieran las leyes ambientales en Paraguay, ¿qué tan sostenible sería la ganadería?
La legislación paraguaya exige que propietarios en el Chaco dejen por lo menos el 25% de sus tierras como reservas boscosas. Gerard dijo que creía que no había ningún otro país de América Latina que tuviera una ley ambiental tan estricta. También mencionó los beneficios de esquemas silvopastoriles que se están implementando en el Chaco como herramienta de mitigación y adaptación ante el cambio climático.
No obstante, Gerard agregó que la implementación de una sola política forestal en el Chaco no contempla las necesidades ambientales de sus numerosas ecorregiones, agregando que una falta de estudios y datos impide una protección eficaz de las distintas áreas.
“Vos tenés que tener una estrategia para cada zona, para cada entorno”, dijo. “Demasiado hay que evaluar en el Chaco: cuál es el punto de equilibrio para cualquier desarrollo en el Chaco y en qué zona”.
Un informe de Usaid del 2017 afirma que la deforestación en el Chaco produce “erosión eólica, formación de dunas de arena y salinización del suelo (…). Se ha producido un aumento de especies invasoras, así como un mayor riesgo de extinción de algunas plantas y reducción del hábitat de la fauna”.
Por su parte, el hidrólogo Roger Monte Domecq dijo: “Hoy nos preguntamos si realmente es sostenible todo este proceso de cambio de uso de suelo que estamos llevando de forma muy violenta.
Es la misma pregunta que se hace Javier Ávalos en la comunidad de San José Esteros. Mientras un grupo de mujeres de la comunidad bailan y los funcionarios e influencers de la ONG A Todo Pulmón sacan fotos con el samu’u enorme para las redes, Ávalos suspira y dice: “…Cambió mucho el tiempo y la naturaleza. Parece que los seres humanos tenemos una deuda con la naturaleza…”.
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