“La salud mental no se aborda solamente con hospitales y medicamentos” – Hina

SALUD MENTAL

“La salud mental no se aborda solamente con hospitales y medicamentos”

La psicóloga Ruth Irala Rivas afirma en esta entrevista que, para la sanación de los sufrimientos síquicos, no son suficientes las terapias individuales, porque la salud mental de la gente se juega más en los condicionantes sociales, económicos y, sobre todo, políticos del país

Entrevista: Arístides Ortiz Duarte Fotografía: Fides Gauto

Ruth Irala Rivas.

Ruth Irala Rivas es una de las muchas trabajadoras y profesionales de la salud mental que, aunque en silencio pero con tenacidad, sigue comprometida con las personas que sufren mentalmente. Licenciada en psicología en la Universidad Católica de Asunción, con una maestría en neurosicología en la misma universidad, Irala Rivas tiene una larga experiencia en atención y asesoramiento psicoterapéuticos en instituciones públicas y privadas. Lleva décadas apostando por las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en salud: es fundadora del Foro Permanente de Salud Mental y de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay, y miembro de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social y Salud Colectiva. Apoyó y sigue apoyando innumerables iniciativas sociales para incidir en las políticas de salud pública del Estado paraguayo.   

En esta entrevista, aborda con sus respuestas la cuestión de los trastornos y sufrimientos psíquicos y la salud mental en clave política. No duda en afirmar que el mercado no tiene respuestas para los graves problemas de la salud pública en el país. Resalta que la sanación de una persona con sufrimientos síquicos no termina en una consulta individual con un psicólogo o psiquiatra. “Las respuestas a la discapacidad psicosocial tienen que ver con la seguridad en el trabajo, con las jubilaciones, con las posibilidades de una vivienda digna; con el acceso oportuno a servicios de salud, con disfrutar del arte, con un transporte público adecuado y con una alimentación sana…”, explica. Y estos “condicionantes y determinantes sociales” son decisiones políticas

Es cierto que el sufrimiento síquico atraviesa las clases sociales, dice nuestra entrevistada, pero es “indudable que los pobres y la clase que no puede ahorrar son los que más sufren y los que soportan todo tipo de desatenciones en materia de salud mental”.

Después de la pandemia ¿Cómo percibís, en forma muy general, ahora, la situación de los trastornos y la salud mental en el país? 

La situación es preocupante porque todo lo que atañe a la salud es una cuestión política. Las carencias de acciones y servicios de salud mental tienen una larga historia desde mucho antes de la pandemia. La salud mental  no está incluida en el sistema público de salud. La gente no tiene acceso a servicios en sus lugares de vida. No existen redes de sostén, de cuidados cotidianos y de rehabilitación en las comunidades, ni programas de prevención y promoción. No hay una alianza intersectorial en los municipios y las representaciones mentales de la cultura son discriminatorias.

«Es indudable que los pobres y la clase que no puede ahorrar son los que más sufren mentalmente».

Se sabe que los trastornos mentales cruzan todas las clases sociales del país, pero ¿se puede decir que hay sectores o clases sociales que sufren más que otros?

Es indudable que los pobres y la clase que no puede ahorrar son los que más sufren, y los que soportan todo tipo de desatenciones en materia de salud mental. Son los pobres los que están en las calles deambulando o aprisionados en el Hospital Psiquiátrico de Asunción donde  la persona se va deteriorando cada vez más.

Cómo te parece que el Estado está abordando este complejo problema de salud, desde qué lugar de entendimiento y con qué recursos lo está haciendo?

El complejo tema de la salud en general y de la salud mental en particular, no se aborda solamente con hospitales y medicamentos que responde a una concepción jerárquica, centralizada, como tema de especialistas, biologizada y en instituciones cerradas, como se hace ahora desde el Estado paraguayo. Los recursos, el conocimiento y las decisiones deben ser distribuidos, el poder debe ser compartido con las comunidades y las instituciones. La ciudadanía debe estar informada, decidir lo que necesita y participar en los dispositivos de salud. El  Ministerio de Salud debe trabajar en alianza con otros ministerios y secretarías porque la salud no es cuestión de un sector.

Los trastornos y las enfermedades que estamos padeciendo todos y todas, en menor o mayor medida, y sus posibles curaciones ¿se agotan en una cuestión sanitaria de atención, medicación y hospitalización, o va más allá de este ámbito?

Las políticas públicas de  salud mental tienen que ver con el desarrollo de las políticas sociales abordadas por el Estado. El mercado, la llamada “salud privada”, no tiene respuestas. La salud mental no se remite solamente a la problemática interna del sujeto. El vínculo de la realidad psíquica con la realidad social produce determinantes y condicionantes en salud para las poblaciones. Las respuestas al sufrimiento psíquico y a la discapacidad psicosocial tienen que ver con la seguridad en el trabajo, con las jubilaciones, con las posibilidades de una vivienda, con el acceso oportuno a servicios de salud, con un transporte público adecuado, con una alimentación sana; con el arte, con los cuidados a los más vulnerables, con la posibilidad de sostén entre amigos y vecinos, con programas culturales al alcance de todos, con una reforma tributaria… y más. Todas estas respuestas dependen de decisiones políticas.

Los servicios deben estar abiertos porque el trabajo de los equipos de salud mental debe ser flexible, participativo y de estrechos lazos con las organizaciones de cada comunidad, planificando estrategias de prevención, promoción, cuidados, atención y rehabilitación.

¿Desde dónde, desde qué lugar central, deberíamos abordar, como Estado y como sociedad, este grave problema de salud pública?

Desde una refundación de los Ministerios, de las instituciones, es decir desde una refundación del Estado. Es posible desencadenar acciones estratégicas que modifiquen los modos de pensar la organización de la atención,  haciendo énfasis en nuevos  servicios comunitarios abiertos,  es posible que se elaboren leyes y políticas de salud mental que superen las concepciones,  anticuadas pero vigentes, basadas en la incapacidad y  la peligrosidad de la enfermedad mental,  es posible un cambio en  las teorías, saberes, conceptos y  prácticas de los trabajadores de la salud. Se pueden modificar las representaciones mentales excluyentes en la cultura.

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