“Tiene que haber un monitoreo constante de todas las variables del agua subterránea”: entrevista al científico Karim Musálem
Todos los estudios realizados hasta ahora coinciden: aumentan los niveles de nitrato en las zonas donde se concentran las industrias y la densidad poblacional, afectando la salud de millones de personas. El Patiño abastece a la región más poblada del país.
Escribe: Norma Flores Allende Ilustra: Andrés Peralta Fotografía: Patricia López
21/10/21
Del acuífero Patiño beben alrededor de 1.500.000 personas que viven en la Región Metropolitana de Asunción (REMA) y en tres municipios de Paraguarí. Toman agua del acuífero a través de pozos, canillas o agua mineral embotellada.
Todas estas personas tienen un enemigo común : el nitrato, un componente químico que es hallado por todos los estudios de calidad del agua subterránea realizados hasta ahora.
“Como resultado de varias décadas de contaminación, estamos encontrando nitrato, nitrito –la descomposición del nitrato– y coliformes fecales”, explica el ingeniero ambiental Roberto Lima, experto en residuos sólidos y líquidos y docente de la Universidad Católica de Asunción.
El nitrato es un contaminante que procede de la descomposición de la materia fecal, de los fertilizantes y los abonos. A causa de la escasísima cobertura de alcantarillado cloacal, de los desechos domésticos e industriales, de los pesticidas, herbicidas y abonos de la agricultura y de las bostas de la ganadería en zonas del departamento Central, el nitrato va expandiéndose lenta pero sostenidamente en las aguas del acuífero.
El valor máximo de nitrato que un ser humano puede consumir es 45 miligramos por litro, de acuerdo al Ente Regulador de Servicios Sanitarios (Erssan), mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece 50 miligramos.
La realidad es que en varias zonas de la REMA estamos expuestos a consumir agua extraída del acuífero que supera los 100 miligramos de nitrato, según los recientes hallazgos (2017) de un equipo de científicos paraguayos, publicados por la Asociación Brasileña de Recursos Hídricos.
Poco después del estudio anterior, en el 2018, el Estudio de recursos hídricos y vulnerabilidad del Acuífero Patiño, elaborado por expertos españoles y paraguayos y el Banco Interamericano de Desarrollo, confirmaba la anterior investigación: la gran amenaza al Patiño es el nitrato.
De los 30 pozos de agua analizados, en casi todos se detectaron concentraciones de nitrato que superaban el máximo del límite permitido. El Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable difundiría en el 2019 en los medios de comunicación estas detecciones, generando preocupación en la ciudadanía.
Aunque imperceptible aún, el nitrato ya va afectando la salud de los consumidores de agua, según las afirmaciones de los profesionales médicos que se leen más abajo.
Las formas de la contaminación por nitrato
San Lorenzo es la segunda ciudad más poblada de la Región Metropolitana de Asunción, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Como otras localidades del conurbano asunceno, se caracteriza por haberse extendido como una mancha desordenada, con calles improvisadas, polución de todo tipo, caos vehicular y, por sobre todo, un grave déficit en la cobertura de servicios de agua y alcantarillado cloacal.
En el barrio San José de este municipio viven la señora Emi Vera y su hija Irma Rojas. La casa está repleta de pozos ciegos. Cuatro en el patio. Dos en el garaje. A falta de espacio, construyeron uno más en la vereda. “No nos tocó a nosotros el alcantarillado cloacal”, explica Irma. “Dejamos de tomar agua de la canilla hace 10 años porque venía con coliformes fecales”. El barrio dejó de ser solo residencial para abrir paso a locales comerciales y edificios de departamentos, a un crecimiento vertiginoso propio del Área Metropolitana, por cuyas calles a menudo corren aguas negras. La situación no es diferente en el resto de las ciudades de la región más poblada del país.
“Aproximadamente 270 millones de litros por día se están infiltrando en el suelo. ¿De qué? De mierda”, dice Roberto Lima, refiriéndose a los desechos líquidos que, sin tratamiento alguno, llegan a las cavidades del acuífero Patiño.
Lima explica así la presencia de nitrato en las aguas subterráneas:
Otro documento que detectó al enemigo del Patiño es el último boletín disponible del 2018 del Programa Nacional de Enfermedades Transmitidas por Agua y Alimentos del Ministerio de Salud. Este boletín informó que entre los patógenos encontrados en Central y Paraguarí está el E. Coli, procedente de la materia fecal humana y animal. Esta bacteria, de acuerdo con el mismo Ministerio, provoca náuseas, vómito, malestar y diarrea.
Suma también a esta lista de estudios el realizado por el Mades (entonces una secretaría) en el 2012, en la cuenca hídrica del arroyo San Lorenzo, que está encima del acuífero. Este encontró que la mayoría de los pozos estudiados superaba los límites permitidos de coliformes totales, fosfatos, hierro, arsénico, plomo, aluminio y nitrato. Casi el 70% de la cuenca del arroyo San Lorenzo contenía contaminación por materia fecal, de la que procede el nitrato.
Los estudios citados, tan solo parte de una lista más larga, son ejemplos irrefutables de contaminaciones puntuales en determinadas zonas del Patiño, si bien no puede hablarse de una contaminación difusa, es decir total, del acuífero, porque hasta la fecha no se han realizado monitoreos anuales sobre toda su superficie.
Los cientos de miles de pozos ciegos, que como hongos se extienden sobre la superficie de Central, son la principal vía de contaminación con este componente químico, tal como señala el ingeniero químico Gustavo González, director del laboratorio de la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa) del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS). González lo sabe porque el MSPBS realiza monitoreos periódicos de la calidad del agua para luego dar recomendaciones al Erssan en el marco del Programa de Vigilancia de Calidad de Agua Potable.
Según González, son comunes los hallazgos de coliformes fecales, coliformes totales, nitrato y pseudomonas aeruginosa. “Cuando nosotros elaboramos los estudios y encontramos nitrato en los pozos, recomendamos la clausura del pozo y que se busque una alternativa de fuente segura. Esto significa que el pozo, si se sigue explotando, puede comprometer el uso futuro de otros pozos porque a medida que sigue funcionando, sigue metiendo más nitrato al sistema”, afirma.
¿Qué ocurre con aquellos pozos pertenecientes a prestadoras de servicios de agua que la Digesa recomienda clausurar? Desde el Erssan, Edda Garcete, subdirectora de la Dirección de Supervisión y Control, responde: “Se ha notificado a los prestadores para que ellos presenten sus medidas de contingencia. Como es sabido, por ley no se puede dejar a la población sin agua. Hay que tener una alternativa para proveer a esa área que se encuentra con ese tipo de contaminante”.
Por su parte, Juan Pablo Leiva, director de gabinete de la misma entidad, agrega: “Nosotros pedimos un plan de contingencia y dentro de ese plan también se establece la obligatoriedad de informar a los usuarios que el agua no es apta para el consumo humano y a la par el prestador debe comunicar al Ministerio de Salud para que este determine cuál será el otro mecanismo a seguir”.
La pregunta que surge es cómo verifican si los usuarios han sido informados. “Pedimos informes a los prestadores o incluso cuando estamos en terreno realizando los trabajos; no te digo que tocamos puertas a todas las casas, pero sí consultamos en forma aleatoria para saber si han sido comunicados de alguna forma”, responde Leiva.
Cuando el agua contaminada enferma
Yemy Aguilera abre la canilla de su departamento. El agua sale con abundante tierra. En la primera semana de su mudanza a su actual barrio, en Capellanía de la ciudad de San Lorenzo, los malestares estomacales fueron intensos. Desde entonces ya no consume agua de la canilla. Y esta no es la primera vez que la mala calidad del agua supone un riesgo para la salud de Yemy.
Anteriormente Yemy vivía en una pensión para estudiantes universitarios, ubicada en el conurbano asunceno, cuya agua para consumo era extraída de un pozo artesiano, fuente que provee a decenas de miles de personas en el departamento Central. “El agua era un asco. Nos dieron un filtro para que la consumamos, que solo se cambió una vez en cuatro años. Tuve mucho sarro en los dientes y el sarro quedaba en utensilios como las jarras. A mis compañeros el problema les repercutió en la dentadura y en los riñones”, relata Yemy
Ante el E. Coli, una solución es hervir el agua. Sin embargo, ante el nitrato, el mayor enemigo del Patiño, los usuarios estamos impotentes: ni hervir el agua ni utilizar filtros ayudan.
¿A qué estamos expuestos?
Los niños y las mujeres embarazadas deben evitar beber agua con niveles altos de nitrato ante el alto riesgo de contraer enfermedades como la metahemoglobinemia, conocida popularmente como síndrome del bebé azul. Además, recientes estudios realizados en Argentina, Chile y Estados Unidos apuntan a que el uso de agua subterránea con alta presencia de nitrato puede estar vinculado a un incremento en la aparición de enfermedades endocrinológicas como el bocio.
La bioquímica Noelia Alvarenga, investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud, perteneciente a la Universidad Nacional de Asunción, explica que el consumo de altos niveles de nitrato durante un tiempo prolongado dificulta que las glándulas tiroideas del organismo capten de manera normal la cantidad de yodo necesaria, razón que aumenta el riesgo de contraer hipotiroidismo. Por otro lado, el Dr. Elvio Bueno, presidente de la Sociedad Paraguaya de Endocrinología y Metabolismo (SPEM), opina que estos estudios que vinculan la alta presencia de nitrato en aguas subterráneas con enfermedades endocrinológicas deben replicarse en Paraguay debido a la particularidad de que el suelo paraguayo carece de yodo, por lo que hasta hace no mucho el país mediterráneo era una zona de problemas endémicos de salud a causa de este déficit natural.
Respecto a la salud bucodental, el Dr. Rubén Viveros, presidente de la Federación Odontológica del Paraguay, explica: “En Paraguay tenemos muchas zonas con fluoruros elevadísimos en el agua. Eso genera debilidad, manchas dentales, falta de crecimiento dental. Otras sustancias como el plomo, arsénico y mercurio pueden asociarse a la aparición de diversos tipos de cáncer oral”. Estas sustancias químicas también fueron encontradas en el acuífero.
Los consumidores de agua del Patiño están indefensos en gran medida ante el nitrato. “A los usuarios lo único que les resta es comprar el agua si es que su prestador no tiene la capacidad de hacer las correcciones necesarias. De todas maneras, hay ciertas tecnologías que hacen que se inhiban o disminuyan los niveles de nitrato. Los prestadores deben invertir en ese sistema. Si vos sos un usuario y tenés la capacidad monetaria de instalar un intercambiador, fenómeno. Pero la mayoría de los usuarios no podemos adquirir una tecnología avanzada”, explica Edda Garcete, desde el Erssan, a la vez que recuerda que los usuarios pueden denunciar la mala calidad del agua.
Mucha agua, pero poca seguridad hídrica
En un país de endeble institucionalidad y con evidentes problemas de contaminación de las aguas que beben las personas, ¿qué garantías reales tenemos del agua que consumimos, ya sea del grifo o embotellada?
El concepto de seguridad hídrica emerge como una respuesta. De acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la seguridad hídrica “se refiere a la posibilidad de acceso a cantidades de agua suficientes para satisfacer la diversidad de usos del agua, la preservación de la calidad de los recursos hídricos y la debida consideración del cambio climático”
Paraguay es el país con menor seguridad hídrica de Sudamérica y se encuentra entre los peores del continente, de acuerdo a la última publicación de Global Water Partnership. El dato coincide con el índice de pobreza hídrica, que menciona a Paraguay entre los casos más preocupantes de América, junto con Honduras, El Salvador, Guatemala y Haití.
Por otro lado, el Banco Mundial (BM) resalta que en Paraguay “el impacto es tan severo que la falta de infraestructura de saneamiento y de acceso a agua de calidad para el consumo produce enfermedades o muertes que implican una pérdida anual equivalente a 10.643 años de vida”. El documento del BM estima que la falta de estos servicios es equivalente a una pérdida anual de un 1,63 por ciento del producto interno bruto (PIB), a raíz de una serie de consecuencias como la pérdida de productividad y costos de tratamiento por problemas de salud, efectos adversos sobre el turismo o tiempo de acarreo del agua.
La conclusión es que Paraguay está entre los que menos garantizan el acceso a agua en cantidad y calidad en todo el mundo. “De nada sirve tener mucha agua si esta no es buena”, sentencia la química Regina León, docente de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción. Y agrega que no debería sorprender que Paraguay esté entre los peores en seguridad hídrica, porque esta abarca mucho más que solo la cantidad de las aguas.
“Al no tener una ley de recursos hídricos reglamentada, al carecer de plantas de tratamiento, de una gestión integral de los recursos hídricos, estamos lejos de los demás países”, explica la química.
La abundancia de líquido vital en territorio paraguayo, específicamente en las zonas que corresponden al acuífero Patiño, se revela en realidad como una maldición.
Paraguay lleva el agua en el nombre (en guaraní “y” es agua) y cada año tiene una disponibilidad hídrica de 63 millones de litros por habitante, pero la verdad es que de poco sirve ante la pésima gestión, la baja calidad, la sobreexplotación en aumento y la falta de inversión y políticas públicas. La creciente presencia del nitrato es apenas un recordatorio de lo lejos que está el país de la seguridad hídrica.
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